La toxoplasmosis es una enfermedad con alta incidencia causada por el parásito Toxoplasma gondii, que habitualmente produce síntomas que pasan desapercibidos o se confunden con simples síndromes gripales.

La forma más común de infección para el hombre se produce por la ingestión de alimentos contaminados, como verduras crudas mal lavadas o carnes poco cocidas. Además, puede ser transmitida por vía transplacentaria, de madre a hijo durante el embarazo.

Es importante resaltar que la mamá transmitirá el parásito a su bebé si la infección se adquiere durante el embarazo. En los casos en que la infección se contraiga antes de iniciarse la gestación, el bebé no podrá ser infectado, excepto que una inmunosupresión durante el embarazo (una situación que por suerte es poco habitual) diera como resultado la reactivación de una toxoplasmosis latente.

El riesgo de toxoplasmosis congénita depende del momento de la gestación en que es adquirida la infección. En el primer trimestre, el contagio madre-hijo se produce menos frecuentemente, pero con secuelas más graves. A medida que avanza el embarazo, aumenta el riesgo de infección fetal y disminuye la posibilidad de defectos graves. Así es que los fetos infectados en la primera mitad del embarazo tienen más riesgo de presentar enfermedad severa y muerte fetal o aborto, mientras que los bebés infectados en el último trimestre son casi en su totalidad asintomáticos al nacer.

Qué hacer si estás embarazada y no tuviste toxoplasmosis

En tu primer control de embarazo, tu obstetra te solicitará la realización de un análisis de sangre para medir los anticuerpos anti Toxoplasma gondii y así poder determinar si estás protegida contra la infección por haber estado en contacto previamente con el parásito, o si corrés riesgo de contraerla durante el embarazo. Es habitual que este resultado sea positivo, pero si en tu caso diera negativo, eso quiere decir que existe cierto riesgo de que puedas adquirir la infección durante la gestación, con el consecuente riesgo de contagiar a tu bebé.

Para evitar correr esos riesgos es aconsejable estar atenta a las siguientes recomendaciones:

  • Usá guantes para manipular carne cruda.
  • Utilizá una tabla para cortar alimentos crudos y otra para alimentos cocidos.
  • Lavá bien tus manos y las superficies que estuvieron en contacto con alimentos crudos.
  • Comé la carne bien cocida. (El jamón crudo puede consumirse sin problemas).
  • Evitá los vegetales crudos si no estás segura de que fueron minuciosamente lavados.
  • Para lavar vegetales y consumirlos crudos, hacelo hoja por hoja con abundante agua y dejalos en remojo con un poco de vinagre o limón.
  • Usá guantes para realizar trabajos de jardinería y evitá el contacto con la tierra.
  • Si tenés gatos en tu casa, intentá que otra persona realice la limpieza de sus materiales y sus excreciones.

Como la enfermedad no presenta síntomas claros que permitan diagnosticarla, es necesario continuar midiendo la cantidad de anticuerpos durante los sucesivos meses de gestación para lograr diagnosticar cualquier infección aguda rápidamente y poder iniciar el tratamiento adecuado para evitar consecuencias sobre la salud de tu bebé.

 

Resumiendo, la toxoplasmosis es una enfermedad que cobra suma importancia durante el embarazo ya que puede afectar el normal desarrollo de tu bebé y solo puede ser detectada con la realización de análisis serológicos adecuados y oportunos.